martes, 15 de febrero de 2011


Cuando se abren las puertas
ya no hay resistencia que puedas ponerle a la percepción
ya no hay miedo que valga,
ni fuerzas que ejerzas
que sean capaces de suspender la entrega.

Es la muerte en vida más inevitable,
y, aunque quieras, ya no hay lugar en el espiral.

Adiós a los números.
No más relojes calculando tus movimientos,
no más culpa,
no más azar.
Solo conciencia,
tan amplia que ningún esfuerzo necio la puede obviar.

Voy a plantarme de raíces,
pero el suelo debe ser virgen.

Mi mente me dice
que ya no elija tu manera brusca,
tu orquesta irónica.
Que, aunque me resista,
ya no sea tu bolsa de tubérculos comestibles.

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